
Sólo queda el recuerdo de rosas blancas
marchitándose en unos ojos flagelados
por la imperturbable terquedad de los recuerdos,
por el bucólico frenesí de no pensarlos
y por fin darle alivio a sus culpas
suicidas y arrebatos insensatos…
No resistió perder lo que lo perdería
sumido en si mismo ensimismado
en las grietas de su cardiaca fisonomía,
arrancóse la valía de un zarpazo
cual mascada de vergonzoso sentimiento
no vergüenza de sentirlo, de aceptarlo…
Y pretendió que olvidó su memoria
entre versos de indiferencia resignada
a no mirar, no sentir, a no desearla,
a no extrañarla con la ternura idólatra
de añejas caricias perfumadas
hoy ausentes y distantes…
Tamaño fue desear ya no pensarse
que enceguecieron sus corazones
pasando frente al otro y sin verse,
rozando sus manos sin inmutarse
por amordazar sus lenguas temerosas
del temor a encontrarse…
De noche vaga entre sus sábanas
abrazándose a cualquier consuelo
que mitigue lo glacial de sus suspiros,
su llanto colma el vacío y el sigilo
de sentir tan fuerte lo que siente
hasta que de sentirlo tanto se le pase…
Jamás fue por ser malas personas
sólo fue su ingenua mala suerte
ensañada por lo bizarro de su destino,
desatino darles un amor herido
que cupiera en un dedal su alegría
y su tristeza en un océano tenue…
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